
Los gallegos somos conservadores y españolistas. Esta es la sencilla razón que explica lo ocurrido ayer. No hay más. Bueno, sí; razones subsidiarias de la anterior. La lengua gallega nos la sopla. Tenemos una visión folclorista de la cultura, e infantil de la política. Somos cobardes, y cuando de casualidad tenemos la oportunidad de probar algo diferente y nuevo, concluimos: "No gracias, que vuelva lo de siempre". Sí, el nivel de la clase política es patético. Tenemos que elegir entre el tipo gris del partido que lleva torpedeando al nacionalismo desde los años 30, el tipo gris del partido que todavía no se ha enterado de que Galicia no es Cataluña, y el tipo gris del partido que se ha hecho experto en interpretar correctamente nuestro tan traído y llevado autoodio (por eso ha ganado, y con contundencia). Pero no nos engañemos desviando la atención hacia todos ellos. Como escribió John Kenneth Galbraith cuando quiso responder a quienes se rasgaban las vestiduras por las descabelladas decisiones políticas de Reagan y el primer Bush:
”Esta crítica, o gran parte de ella, es errónea o, en el mejor de los casos, políticamente superficial. El gobierno de Estados Unidos ha sido en años recientes un reflejo válido de las preferencias económicas y sociales de la mayoría de los votantes: la mayoría electoral. Hay que decir y destacar en defensa de Ronald Reagan y George Bush como presidentes, que ambos fueron, o son, fieles representantes del electorado que los eligió. Atribuimos a los políticos lo que debería atribuirse a la comunidad a la que sirven.”John Kenneth Galbraith: La cultura de la satisfacción, Barcelona, Ariel, 1992, pág. 31
No nos rompamos la cabeza. Ayer los gallegos salimos en masa a las urnas –récord de participación- para decirle a España con claridad: así somos, madre patria.