El aficionado del Atlético de Madrid, Carlos Aguilera, rompió su relación con la entidad colchonera tras 21 años de apoyo incondicional.
El aficionado hizo esta mañana oficial su decisión de desvincularse del club madrileño e inmediatamente fue presentado ante los medios barceloneses como en su nueva condición de aficionado culé.
Carlos Aguilera que como hincha colchonero vivió grandes victorias del Atleti como las Copas del Rey de 1991 y 1992, el doblete de la temporada 1995/96 o las recientes Europa League y Supercopa de Europa también había estado al lado de su equipo en los malos momentos, como en el descenso de la temporada 1999/00 y el consecuente tránsito del Atlético de Madrid por la segunda división.
"Han sido mucho años, no todos buenos, la verdad", explicó Aguilera, "he sentido la necesidad de dar un paso adelante en mi carrera como aficionado de fútbol. En el Barça aspiro a nuevos retos".
Cuestionado por su fidelidad a los colores rojiblancos, Carlos respondió que "el Atleti no me debe nada y yo tampoco le debo nada al Atleti, creo que los dos nos beneficiaremos de mi marcha".
El aficionado, de 31 años, que ha firmado un contrato indefinido con el FC Barcelona, preguntado por los motivos que le llevaron a aceptar la oferta blaugrana, Aguilera dijo que "aunque recibí ofertas de varios equipos extranjeros, en mi cabeza siempre estuvo el Barça". Carlos Aguilera nombró a Johan Cruyff y Josep Guardiola como dos referentes fundamentales en su formación como aficionado al fútbol. "Crecí viendo jugar al Dream Team en los noventa, para mí el Barça siempre fue una referencia de buen fútbol".
El Atlético de Madrid no ha hecho declaraciones sobre el movimiento del aficionado. Aguilera no quiso entrar en polémicas y rehusó hablar sobre los dirigentes del club, pero desde el entorno del aficionado se comenta que su flamante fichaje por el Barcelona es consecuencia de su malestar con las recientes decisiones del área deportiva del club. Hay quien dice incluso que nunca terminó de digerir la marcha de Fernando Torres pero la mayoría insiste en la reciente despedida de Agüero como la gota que colmó el vaso de su paciencia.